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miércoles, 22 de septiembre de 2010

He Made A Woman Out Of Me

¡Dios, cómo me gusta esta canción! Y es que hay que reconocer que es de las que elevaría el ego de cualquier tío hetero (o una tía homo).

Aunque la hayan cantado muchas antes, como Bettye Lavette [http://www.youtube.com/watch?v=avQkL_Qky74] o Bobbie Gentry [http://www.youtube.com/watch?v=f0IB7y3TmyU], he de reconocer que la versión que verdaderamente me hace vibrar es la de Amy Madigan (mientras Ry Cooder toca la guitarra), diciendo, casi en un susurro, eso de "He Made A Woman Out Of Me"! Pero, lamentablemente, esta no la he encontrado en vídeos, así que os pongo las otras dos.



y



Por cierto, hoy me dicen en un correo que me gusta oír grupos que nadie conoce (conocía), tipo Maldita Nerea. Eso va a ser, a estas alturas, que soy un "adelantado" en cuestiones musicales (como en tantas otras ;-).

¡Dios, qué equivocadas pueden llegar a estar algunas personas!

miércoles, 15 de septiembre de 2010

El retorno del western

Casualidades de la vida: por un lado, acabo de terminar la lectura de "Meridiano de sangre" hace dos días, y por otro lado, esta tarde me elijo para la hora de la siesta una peli que aún no había visto: "Thelma y Louise" (sí, ya sé que tengo delito, que desde el año 1991 que se estrenó ya ha llovido bastante, incluso en Murcia). Y digo casualidad porque estas dos obras comparten un personaje principal que no es humano: el paisaje.

A mi padre le chiflan los westerns. Él no los llama así, claro. Para él son "una del oeste". Le gustan hoy y le gustaban hace veinte años. Cuando zapea todos sabemos que si aparece una escena del oeste, dedicará un minuto o dos a verla, y las probabilidades de que quiera dejar la tele en ese canal son altas. Normalmente no puede dejarlo ahí (es el problema de tener cinco hijos, que la competencia y presión sobre la tele es muy alta), pero muy probablemente hará el intento. Mi hermano y yo tenemos una broma con él, algo que alguien dijo un día en un periódico de que John Wayne era homosexual, y desde entonces siempre que aparece este "tío duro" le soltamos algo como "mira, ahí está tu ídolo...". Él nos mira con resignación, como pensando "payasos cabrones", se sonríe un poco y todos tan felices. Hace veinte, treinta años, también le gustaban, más si cabe, pues no había tanto fútbol (su otra pasión mediática, hoy saturadora de las ondas). El resultado es que, sin elegirlos personalmente, me he tragado muchos western, especialmente siendo un crío.

Cuando empecé con el libro de McCarthy lo hice un poco dudoso. Arrugué la nariz: Hmm... otro western novelado. ¿Los topicazos de siempre? ¿Los mismos cowboys arquetípicos, con una profundidad de personajes inferior a la del Mar Menor? Cuando lo terminé, sabía que no. Bueno, lo de la profundidad de los personajes sí, un poco, pero en este caso no es algo malo. El libro habla de la maldad humana, fenómeno eterno, presente en los pistoleros de la novela, en el violador-no-consumado de Thelma y Louise, en el hombre del año 2010 y que estará, me temo, en el hombre de los próximos siglos, mientras consiga sobrevivir en este planeta. Meridiano de sangre es un escaparate del lado oscuro de nuestra alma (¡oh, qué frase tan poética!, seguramente no sea mía) y, aunque llena de atrocidades, no se regodea en el aspecto gore, pero tampoco se corta a la hora de ser crudo. Leer sobre un árbol "adornado" con cadáveres de bebés siempre es algo desagradable, ¿verdad? El caso es que se han escrito muchas reseñas de esta novela mejores de lo que yo seré capaz de escribir en toda mi vida, así que quien esté interesado que lea. Por cierto, para el 2011 está previsto estrenar la peli de esta novela [http://www.imdb.com/title/tt0983189/] aunque me temo que a mi padre no le gustará esta "del oeste".


El paisaje de la frontera (nota: tararear "Border line" mientras se lee este párrafo) entre EE.UU. y México es uno de los grandes protas de la novela. Cuando el autor se regodea en sus prolijas descripciones te sientes casi transportado. Grandes llanuras, geología vieja, vieja, viejuna, desiertos agobiantes, escasez de agua, montañas rocosas, el hombre de Marlboro asomado al borde del cañón del Colorado... Vamos, lo típico de los grandes paisajes del far west (o del desierto de Tabernas, que viene a ser parecido). Quien haya visto un par de pelis del oeste sabe de qué hablo.

En Thelma y Louise volvemos a ver una del oeste. Un western feminista donde los caballos tienen motores, las diligencias transportan combustible en cisternas, el sheriff lleva luces rojas y azules en su coche y un helicóptero de apoyo, pero donde las pistolas siguen matando de un tiro y donde siempre hay un saloon donde tomar un trago y reponer fuerzas antes de continuar el viaje. Y donde siempre hay una chica guapa con carácter (¡dios, cómo estaba la Geena Davis en el 91, los primeros minutos de la peli está que se rompe la muy buenorra!)

El viaje. Tanto la peli como la novela se desarrollan durante los viajes de sus respectivos protagonistas. En ese sentido, son poco originales (Homero ya nos contó una historia de viajes con un tal Ulises), pero el viaje es un elemento central. Y asociado al viaje está el paisaje (y encima riman, mira tú por dónde). Los grandes paisajes desolados y desérticos del final de la peli recuerdan mucho a las descripciones de McCarthy de los desiertos tex-mex. Son paisajes donde el hombre se descubre más pequeño de lo que creía, sin necesidad de mirar al "globito azul" desde una nave espacial. Es suficiente adentrarse un poco en el desierto para darse cuenta de que estamos rodeados de desolación. Y de pronto se descubre reflejada esa desolación dentro de uno mismo. Y a lo mejor no nos gusta lo que vemos, pero tiene su morbo asomarse a esa parte reseca que todos llevamos dentro.

En fin, si uno quiere experimentar algo parecido cerca de Murcia, que se vaya a Calnegre en verano, deje el coche en el pueblo y de ahí camine hacia Almería, por la costa. En cuanto pasas las primeras calas atestadas de gente, encontrará paisajes como estos que digo. También cerca del Cabo Tiñoso, o entre éste y el Portús, lo que podría llamarse el territorio del palmito. Son paisajes que nos transportan a nuestro propio interior.

Por mi parte, creo que el western se ha convertido en un género inmortal. Asimov tenía un ensayo en el que hablaba sobre cómo escribir ciencia ficción y mencionaba al western (curioso, ¿eh?), pero yo ya me he cansado de escribir, así que quien esté interesado tendrá que buscarlo.

Vale por hoy, que me animo y no me paráis.

Foto: "rocky mountains" en Blanca, junto al río Segura. También recuerdan a los paisajes del oeste, ¿a que sí?

lunes, 6 de septiembre de 2010

Paseo nocturno

Juana salió por la noche, a ver el entorno en el que se encontraba. No le sonaba nada y no sabía dónde estaba. Era como un día de estreno donde todo estaba por descubrir. Empezó por cruzar el parque. Como llevaba sandalias, se le metía la arena entre los dedos. -Vaya, y eso que acabo de ducharme -pensó. Bueno, tendré que lavarme los pies a la vuelta.

Al salir del parque vio una carpa inmensa. Tardó unos segundos en darse cuenta de que era un circo. -Es increíble, un circo aquí en medio del pueblo. España es así, al fin y al cabo: donde menos te lo esperas, una sorpresa. Uno de los camiones del circo llevaba escrito en el lateral, en letras gigantes: "COLEGIO DEL CIRCO". -Claro, seguramente habrá varios niños si el circo es grande. Y por el tamaño de la carpa, y por la cantidad de camiones que se ven aparcados en el solar, debe de serlo.

Al otro lado del parque había un bar, que también era confitería. Entró y se pidió una tapa de revuelto de espárragos con gambas y una cerveza sin alcohol, por cenar algo antes de irse a la cama, aunque no tenía mucha hambre. Al poco entró un grupo de tres hombres con un niño. El niño tenía una extraña mirada ausente, como si sufriera un ligero retraso mental. Se le quedó mirando unos segundos con su mirada perdida, y sin decir ni mu metió la mano en su panera y le robó unas rosquillas, casi todas. Los adultos no lo vieron o fingieron no verlo, mientras pedían unas cervezas.

- ¿Cómo te llamas?
- Leo
- ¿Te gustan las rosquillas?
- Sí. ¿Estás cenando?
- Sí

Leo se dio media vuelta y se fue, concentrando toda su atención en las rosquillas. En la radio, Fito se perdía sin saber hacia dónde. El camarero se dirigió a uno de los adultos:

- Aquí no se puede fumar
- ¿Eh?
- Que no se puede fumar
- Ah, vale, ya lo apago. Ale, ya está. ¿Quién está fumando?

Siguió comiendo, con la rosquilla que conservaba en la mano. Leo volvió a acercarse y depositó en la panera las rosquillas robadas. Juana se acabó su tapa, pagó y salió a la calle de nuevo, mientras Mecano proclamaba a los clientes del bar confitería que era "...uno de esos amantes".

Mientras paseaba, empezó a hacer un inventario mental fijándose en las tiendas y negocios de la zona: una farmacia, un bar, una tienda de ropa de bebé, otro bar...

En el parque había un chiringuito de esos que constan de una caseta de plástico que se abre por un lateral y donde vendían pipas, chicles y granizados de limón. Había mucha gente ocupando los bancos, paseando a los perros o empujando a los niños en los columpios. Juana se sentó en el que parecía ser el único banco libre del parque, un poco apartado en un rincón. Vio a una pareja madura, entre los cuarenta y los cincuenta, en otro banco cercano. Se desprendía ternura. Ella había apoyado la cabeza en el hombro izquierdo del hombre. Estuvieron en esa posición más de veinte minutos, y luego se levantaron y se quedaron mirándose cara a cara, sin moverse de delante del banco. Al poco se abrazaron, con una ternura como no había visto en años. Se emocionó. La pareja permaneció abrazada por lo menos diez minutos, aparentemente sin hablar, aunque como Juana no estaba al lado de ellos, no podría asegurarlo. Quizás se estaban susurrando algo al oído. El caso es que parecían estar absortos en su mundo, sin prestar atención al mundo alrededor. Después se dieron la mano y se alejaron lentamente. Se perdieron entre las casas de una calle cercana.

Juana se acostó. Puso la radio para que le hiciera compañía, pero no durmió bien. Se despertó varias veces durante la noche y al final terminó apagando la radio. Todas las canciones eran de amor y de desamor y de fracasos y de penas. Se deprimió un poco. Sin embargo, a la mañana siguiente se levantó antes de que sonara el despertador, y con energía.

Parecía que aquel iba a ser un buen día.
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